sábado, 16 de mayo de 2015

Gracias

Si estás leyendo esto, es porque nuestros caminos se han cruzado en algún momento. Ya sea que hayamos compartido un breve instante o toda una etapa, tu vida y la mía se han influenciado la una a la otra y ninguno de los dos ha sido el mismo desde entonces. Por ello, te doy las gracias. Porque, en parte, gracias a ti (o por tu culpa, según se mire) soy quien soy. Un joven que hoy cumple treinta y un años, pero que a veces se siente como si tuviera diez menos, otras como si tuviera diez más, y que en realidad siempre desearía tener la mitad. Un hombre agradecido por todo lo que ha vivido hasta ahora, y expectante por lo que le depararán los próximos años. Un niño que nunca dejará de serlo aunque la rutina y el ajetreo diario se empeñen en hacer que lo olvide. Yo, a fin de cuentas, que he cambiado tanto en este tiempo y, al mismo tiempo, no he cambiado nada.

Gracias, gracias, y gracias, por formar parte de mi vida y por permitir que yo forme parte de la tuya.

Barcelona, 5 de mayo de 2014


Todos los capítulos en orden cronológico, en el índice.

jueves, 16 de octubre de 2014

Lo único

Me encanta torturarme a mí mismo con esa nostalgia que sólo puedes disfrutar y sufrir con el paso del tiempo. Cuantos más años tenga un recuerdo, se vuelve mejor y peor a la vez. Es la sensación más agridulce que se me ocurre. Dulce porque ocurrió, y agria porque ya pasó.

El momento en el que uno se casa es, sin duda, de esos que marcan un antes y un después en la vida, y eso convierte sus fotos y vídeos en nostalgia pura. El tipo de nostalgia que permite que afloren sensaciones que creías olvidadas, y que también te obliga a enfrentarte a preguntas que tal vez no te atreviste a responder en su momento. ¿Éramos demasiado jóvenes? Creo que en el fondo siempre hemos sabido la respuesta, pero poco importa que las locuras sean locuras cuando los motivos por los que las cometes son tan buenos.

Pero no es nada de esto lo que hace que me resista a enseñarles el vídeo de la boda a nuestros hijos, que llevan meses insistiendo con el tema. Lo que temo es algo mucho más tonto. Y es que me da vergüenza. Quizás sea por lo ingenuo que me parece mi yo del pasado, o porque es el único día de mi vida en que me he puesto pajarita y ahora lo encuentro ridículo. Incluso Azahara aún se pregunta por qué narices lleva velo. Pero bueno, el caso es que me da corte y prefiero dejar el vídeo original en el pasado.

Así que he decidido preparar la reedición que merece. Una versión abreviada, pero más bonita, menos cursi, y fiel a mi manera de entender cómo debe ser un recuerdo en formato audiovisual. Por eso lo llevé un paso más allá y me tomé ciertas licencias, como reflexionar sobre la vida que nos aguardaba, ahora que conozco parte de ella. Cuando lo veas entenderás a qué me refiero.

Probablemente esto habría sido el regalo perfecto para un aniversario. Pero, ¿qué fecha señalada puede ser mejor que ésta? Hoy. Porque sí. Soy un fan de hacer este tipo de cosas porque quiero y no porque el calendario manda. Me hace sentir libre, y es algo que necesitamos ahora más que nunca, inmersos en una rutina que nos atropella sin piedad y que desordena nuestras prioridades. Por eso, y también porque acabo de encontrar la canción perfecta para esta historia, me he sentido tan vivo al ver a mi mejor amiga y recordar que seguimos siendo los mismos que en esas imágenes.

“El amor no lo es todo. Es lo único.”



- Esli

Todos los capítulos en orden cronológico, en el índice.

jueves, 27 de marzo de 2014

Querido Miguel,

Sé que esta carta no te llegará por correo, ni tampoco podré entregártela en persona. Pero eso no va a impedir que yo la escriba, para decirte todo lo que desearía haberte dicho cuando tuve la ocasión pero no supe cómo, o simplemente no le di la importancia que merecía. Algunas cosas se saben aunque no se digan, pero cobran un valor especial al ponerlas en palabras. Por eso, al menos tengo la conciencia tranquila por haber expresado varias veces lo mucho que te aprecio. Pero lo que recuerdo haber pensado en incontables ocasiones y, sin embargo, no recuerdo haber dicho en voz alta, es que te consideré un padre y, más aun, un amigo. Quizás por eso me cuesta encontrarle la gracia a los chistes sobre suegros, porque los míos no son como los demás.

Tampoco supe honrar como debí el sacrificio que fue cederle tu preciosa hija a un pardillo como yo. Lo que uno siente por una hija escapa a cualquier intento de comprensión por parte de aquellos que no la tienen. Por eso, creo que ahora puedo ponerme en tu pellejo, porque veo como indignos a todo pobre infeliz que ose acercarse más de dos metros a Noemí. Y si nadie será lo bastante bueno para ella, ¿cómo iba a serlo yo para Azahara? Ay, lo siento Miguel. Cuando miro a tu nieta, y veo parte de tu hija en ella, no puedo evitar sentirme en deuda contigo. Es una deuda que no podré acercarme a saldar jamás, pero pasaré el resto de mi vida intentándolo. Al menos me consuela que supieras cuánto significa para mí, cuando tuve la oportunidad de enseñarte algunos de mis escritos y me respondiste algo que no olvidaré: “Es evidente el enamoramiento que padeces por mi hija”. Muy curioso, el verbo que empleaste.

Tu legado también es algo que me habría gustado agradecer más y mejor. La empresa que levantasteis con tanto esfuerzo sigue adelante, y tuve el privilegio de trabajar a tu lado durante tres años, de los casi diez que ya llevo aquí. No puedo reemplazarte, y tampoco nadie lo pretende, pero haré todo lo posible para que no te arrepientas de haber confiado en mí. Creo que nos complementamos bien durante el tiempo que pudimos trabajar juntos. Complementar es una bonita palabra con la que camuflar desacuerdos y conflictos, pero también esconde una verdad muy valiosa: juntos funcionábamos mejor. Eso sigue siendo así, y a menudo me encuentro necesitando tu experiencia, tu sabiduría, tu sentido del humor, tu determinación.

Pero eso no es todo lo que aprendí de ti, ni mucho menos. Es más, me atrevería a decir que de todas las cosas que me enseñaste, ésta, aunque importante, fue la que menos. Gracias a ti he aprendido que la mayoría de situaciones no dependen tanto de tomar la decisión óptima, sino de tener la actitud adecuada. Que tener debilidades no significa ser débil. Que alguna palabrota aquí y allá puede servir de énfasis para acentuar el significado de lo que se quiere expresar, y siempre que no se abuse, se puede hacer con gracia y hasta con elegancia. Que se puede lograr más acertando al fin después de equivocarse varias veces, en lugar de planificar demasiado y no llegar a intentarlo por miedo a pifiarla. Que hay que ser un poco niño para jugar con niños, y no pretender que sean ellos los que crezcan antes de tiempo. Que la música no sólo se escucha, sino que se vive. Y que importa más cantar a pleno pulmón y con sentimiento que afinar la nota a la perfección, algo que me quedó muy claro cuando te oía cantar lo que sólo tú escuchabas en aquellos enormes auriculares mientras en el resto de la oficina reinaba el silencio. Y, de acuerdo, los Beatles son los mejores.

Echo de menos nuestras conversaciones. Aquellas en las que acabábamos conociéndonos un poco mejor, y ahora me doy cuenta de que deberíamos haber charlado más. Pero si echo de menos hasta tus collejas, y eso que a veces picaban. Lo bueno es que a menudo encuentro algo que me recuerda a ti y, por ejemplo, casi puedo verte en la sonrisa traviesa de Adrián. Oírte en algún comentario ingenioso de Pilar, la madre que te parió. Incluso puedo culparte de la impulsividad de Dani. ¡Qué paciencia! ¿Serías así tú, de niño? Y, claro, los ojos tras los que me mira Azahara son los tuyos. Hay tanto que refleja la huella que has dejado en nuestras vidas, que no podríamos olvidarte ni queriéndolo.

Acaba de suceder algo increíble... Por la radio está sonando la canción que utilicé para tu vídeo, justo ahora mientras escribo estas líneas. ¿Es algún tipo de señal? ¿O sólo casualidad? ¿Acaso este mensaje te llegará de algún modo? Qué desgarradora verdad encierran sus versos: las lágrimas recorren nuestras mejillas cuando perdemos algo que no podemos reemplazar. Pero a ti no te hemos perdido, sigues vivo en nuestro recuerdo. Y algún día te volveremos a ver y nos reiremos de esta gilipollez de carta.

- Tu yerno que te quiere, Esli.


Todos los capítulos en orden cronológico, en el índice.


jueves, 13 de marzo de 2014

Intentos de definición que no pasan de moda

Amor es esa palabra tan ñoña que cobra más sentido cuanto menos la pronuncias y más la practicas. Un sentimiento que no necesitas predicar para expresar, sino que simplemente se sabe.

¿Recuerdas el cosquilleo ése que te recorre todo el cuerpo cuando te enamoras? Pues amor es lo que viene después, cuando el cosquilleo desaparece o crees que has dejado de sentirlo, pero sigues queriendo compartir tus días con la persona que logró provocártelo.

El amor madura y cuando crees que por fin comienzas a entenderlo, te vuelve a sorprender. Porque puede parecer más emocionante cuando lo descubres, pero alcanza una autenticidad especial cuando tienes la oportunidad de demostrarlo en los momentos en que deja de ser fácil.

Amor es lo más intenso y extremo que puedes llegar a sentir. Te quema por dentro cuando duele, y te hace flotar en la más absoluta y cursi felicidad cuando es correspondido en la manera en que tú piensas que mereces. Es capaz de revitalizarte y de matarte, pero en ambos casos es el combustible que te impulsa a ser mejor y a desear con todas tus fuerzas lo imposible, hasta sufrir tú en lugar del otro si hace falta (y si no, también).

Se utiliza para darle motivo a actos que a menudo no lo necesitan. Porque la causa y el efecto a veces son uno sólo, como cuando das un abrazo o un beso, simplemente porque sí. También es el escudo tras el que excusar algunas de las idioteces que llegamos a cometer. Por amor, no por estupidez, que aunque a veces se nos antojen sinónimos, en realidad no lo fueron nunca.

Pero querido lector, a mí no me hagas caso, que soy uno más de esos que se dedican a soltar bobadas en internet para hacerse el interesante. ¿Qué es amor para ti? Eso es lo que verdaderamente importa.

Y tú, la que debería darse por aludida cuando hablo de estos temas, supongo que ya lo sabes. Pero aun así no puedo evitar decírtelo de vez en cuando, incluso hoy que no es nuestro aniversario, ni tampoco San Valentín, sino simplemente uno de esos días que más importan. Uno cualquiera. Y encima jueves.

En fin, te quiero.

- Esli

Todos los capítulos en orden cronológico, aquí en el índice.

sábado, 10 de agosto de 2013

Pans & Company

He llegado a pensar que mi pasión por la música y el deseo de crear melodías no me llevarían a ningún sitio. Pero nunca he dejado de soñar, y mis dedos han probado combinaciones de cuerdas y trastes hasta que un día captaron su atención. Ya la consideraba una amiga, y de las "buenas" (sí, el doble sentido es intencional), pero esa amistad estaba a punto de estrecharse más de lo que habría imaginado. Y una vez más, algo bueno que me estaba a punto de suceder iba a estar relacionado con una guitarra.

Se sentó a mi lado mientras yo tocaba una de mis piezas instrumentales más aclamadas, a la que titulé pretenciosamente como "The Melody". No tardó en expresar su admiración, a pesar de que en realidad no era gran cosa. Pero tampoco sonaba mal, y le gustó mi estilo, lo que me llevó a hacerle una curiosa proposición sin haberlo pensado demasiado. "¿Quieres tocar en mi grupo de rock?", le dije. En ese momento de mi modesta carrera musical no importaba demasiado la experiencia de los integrantes del grupo, sino la amistad que nos unía y, en este caso, los sentimientos que se escondían detrás. Quizás no era muy consciente en ese momento, pero a esa chica la quería tener cerca, y cuanto más tiempo mejor. Para mi alegría, ella aceptó, tan sorprendida como extrañada, con la condición de que le diera unas clases de guitarra para mejorar su técnica.

Fueron unas lecciones bastante curiosas. Primero, porque cada día se tocaba menos y se charlaba más. Y segundo, porque comenzaban en mi casa y acababan en el Pans & Company de la esquina, donde sustituíamos las guitarras por bocadillos y las conversaciones seguían siendo conversaciones. Recuerdo que un día mi padre me preguntó si había "algo más" con Azahara. "¡¿Qué dices, papa?!", fue mi respuesta, como si me estuviera acusando de algo que ya estaba tramando sin haberme dado ni cuenta. O sí, pero no estaba preparado para admitirlo en voz alta.

Cuán equivocado estaba al pensar que mi triunfo sólo podría medirse en éxitos sobre un escenario. Mi mayor logro tras una guitarra ha sido que ella se fijara en mí.

Barcelona, Octubre de 1999

- Esli

Todos los capítulos en orden cronológico, aquí en el índice.

jueves, 1 de agosto de 2013

Memoria

Estoy aferrado a una cortina verde. Me sujeto con fuerza. Creo que me estoy escondiendo, pero no sé por qué. De pronto, noto una sensación extraña en mi trasero, y entonces, la prenda que se sostiene por mi cintura comienza a pesar, lo que la hace colgar ligeramente.

Lo sé. Con todas las cosas bonitas que le pueden ocurrir a un infante menor de dos años, y lo primero que recuerdo es esto.

Podría decir que tengo una memoria privilegiada, lo cual no significa que recordar ciertas cosas sea un privilegio. Pero sea como sea, a veces pienso que mi memoria se burla de mí. Porque la elección (si la hay) de retener unos recuerdos en lugar de otros debería estar relacionada con la relevancia del momento, y no depender del capricho de una memoria guasona.

En fin, prometo que los siguientes capítulos serán mejores. No será difícil.

Puerto Rico, en algún momento de 1984. O 1985, quién sabe.

- Esli

Todos los capítulos en orden cronológico, aquí en el Índice.

miércoles, 31 de julio de 2013

Las primeras quintas

Es inevitable. Los hermanos mayores emiten una especie de “lo que yo hago mola y se me ocurrió a mí primero” que invita a imitarles, por mucho que esto les fastidie a veces. Y Joel llevaba años rascando aquella vieja guitarra, así que el pedirle que me enseñara a tocarla estaba escrito. Era sólo cuestión de tiempo.

Cuando se lo pedí no saltó de alegría, pero tampoco me envió a la porra. Supongo que ese día estaba de buen humor. Me enseñó lo más básico que se le puede enseñar a un chaval de doce años con ganas de emular a Green Day: las quintas. El dedo índice en la nota que quieres, y el meñique en la cuerda de debajo, dos trastes hacia la caja de resonancia. Fácil. Pero, ¡un momento! Si en la cuerda del Mi no presiono ningún traste, ¿cómo hago su quinta? Cuando se lo pregunté, me miró durante varios segundos, claramente irritado. “Averígualo”, me dijo, y tras un breve silencio se marchó de la habitación.

Apenas pasaron unos meses hasta que algo de lo que yo tocaba con aquella guitarra le hizo sonreír, orgulloso. No hacía falta que lo dijera, en su mirada se podía leer. Mi hermano mayor estaba orgulloso de mí, y eso me hacía crecer.

Yo todavía no lo sabía, pero resulta que el mejor maestro no es el que te da todas las respuestas. El mejor maestro es el que te enseña a buscarlas por ti mismo. Y aunque dicen que a un hermano no lo puedes escoger, que te toca el que te toca, yo lo tengo claro. Quiero a éste. Qué suerte la mía.

Barcelona, Febrero de 1996

- Esli

Todos los capítulos en orden cronológico, aquí en el Índice.